Cuando uno imagina enamorarse jamás piensa en la plata que va a gastar cuando consiga novia (o al menos eso me pasó a mí). Cuando yo comencé a salir con Alejandra no tenía plata para nada. Lo poco que podía conseguir me alcanzaba a penas para mi pasaje. No salíamos a pasear ni nos dábamos el lujo de comer algo rico. Era vergonzoso que mis monedas no me alcanzaran ni para un helado D'onito. A pesar de todo sabía que yo no era tacaño, era misio. A veces me daba vergüenza sacar la billetera porque no había nada, solo papeles viejos de recibos que no sabía para qué guardaba.