Ya sufrimos. Cada uno a su manera. Cada uno con un dolor que
el otro no entendería. Decidimos volver, no por resignación o por miedo a estar
solos. En mí caso, yo volví porque sentí que estuve a punto de perderla
definitivamente. Ese miedo a no verla ni sentirla nunca más me hizo sufrir en
soledad y entendí que debía construir todo de nuevo. Desde el principio.
Cultivar nuevamente nuestro sentimiento y si es posible hacerlo gigante,
fuerte, sin miedos ni nada que lo perjudique a futuro.