jueves, 23 de febrero de 2012

Jueves 7 de abril, cómo olvidarlo...



Llegó el mes que nunca quise que llegara, Abril. Mi cumpleaños. Siempre he tenido cumpleaños horribles, ninguno digno de recordar, pero este último fue especial. Iba a ser el primero que pasaría con Ale.

Como cada 7 de abril, estuve muy nervioso, no quise salir de mi cuarto. Preferí quedarme echado en mi cama con las manos recogidas sobre mi cabeza y con la mirada perdida en el techo. No quise que nadie me saludara. Mi puerta estaba cerrada con pestillo, de todos modos yo estaba alerta por si alguien entraba. Si eso pasaba, entonces yo me haría el dormido para evitar el saludo.



Nunca me han gustado las celebraciones. Nunca me he sentido cómodo celebrando nada. Detesto las sorpresas, y esto quizá se deba a un solo motivo: nunca me han sorprendido. Además; yo creo que las mejores sorpresas son aquellas que recibes un día cualquiera.

Nunca me he divertido en mis cumpleaños, por eso no quiero tenerlos o tan siquiera olvidar que tengo uno. Mis amigos me joden y piensan que me hago el interesante, pero la verdad es que a mí no me entusiasma celebrar nada. Prefiero celebrar el cumpleaños de otras personas que el mío propio. Estar divulgando por ahí o por Facebook que es mi cumple es como mendigar atención, y yo no quiero eso. Si alguien se acuerda, pues bien, yo no pienso estar recolectando saludos.

Todos los años mis amigos y mis tíos confunden mi cumple con el de mi hermano. Y no los culpo porque es muy fácil confundirse, de él es el 6 de abril y mío el 7, por eso, para evitar el doble saludo y la doble visita, siempre terminan saludándome en el cumple de mi hermano, y cuando llega el mío (al día siguiente) ya nadie se acuerda, pero este año tenía que ser la excepción, iba a pasarla con Ale (mi chica)  y con mis amigos. Sin duda éste sería un cumpleaños distinto.

Al mediodía llegaron mis amigos a mi casa. Me saludaron y me trajeron un trago de regalo. Lo abrimos y tomamos un poquito. Ellos, como siempre, empezaron a fumar demasiado, yo también lo hacía pero de rato en rato. Ahumaron mi sala con el olor de la nicotina que se expandía por toda la sala y parte de la cocina. Esa tarde recibí llamadas de personas que no pensé que me saludarían.

Al rededor de las 4 de la tarde, Ale llegó de sorpresa a mi casa con una amiga de su universidad, quizá devolviéndome el detalle que yo le hice por su cumpleaños un mes atrás. Me gustó esa sorpresa. Me llevó una torta y me regaló una billetera Billabong. Días atrás yo había quedado en encontrarme con ella en su casa a las 6 de la tarde para ir a un karaoke con mis amigos.

La idea del karoke seguía latente, así que al caer el sol fuimos a uno de la Avenida Aviación. Cuando llegamos pedimos tragos y decidimos no cantar, quisimos esperar  a que el alcohol haga efecto para animarnos. Al poco tiempo mi amiga Ruth, Anthonet y Stefy llegaron al karaoke. El ambiente fue poniéndose simpático, mis amigos y yo éramos, hasta ese entonces, unos loser que siempre salían solos sin ninguna mujer, pero esta vez estabamos con varias chicas, y mejor aún, yo estaba con mi novia.

Basta decir que la pasamos muy bien esa noche, yo nunca canté porque no me animé hacerlo. Me daba roche. Mis amigos sí cantaron, además terminaron en parejitas  y uno de ellos terminó celebrando como si fuera su cumpleaños. Sobraba motivo: entre cánticos y alcohol, había logrado besarse con la amiga de mi novia. Entre ellos hubo uno que otro beso cariñoso, unas caricias por aqui y otras por allá. Todos nos hacíamos los locos. Después la chica empezó armar cierto show alegando que ella no era así, que no le gustaba andar besando a los chicos así por así. Al terminar su discurso conmovedor, siguió besándose con mi amigo. Me gustó su sinceridad, sobre todo porque dejó en claro que  no era una chica fácil.

La pasé increíble aquél día, considerando que años anteriores la pasaba en mi casa tomando con mis amigos. Fue un memorable 7 de abril. Jueves 7 de abril, cómo olvidarlo...

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