viernes, 3 de febrero de 2012

Nada importaba, sólo ella

Los primeros meses de una relación suele ser difícil para muchos pero no era mi caso, yo sabía que Ale y yo no seríamos una de esas relaciones pasajeras que el tiempo olvida.

A veces (en realidad muchas veces), pasa que las personas forman una relación sin conocerse y a medida que pasa el tiempo descubren diferencias en sus personalidades que terminan en peleas tontas o reproches absurdos. Yo creo que para que una relación funcione no sólo importa la atracción física, porque eso a la larga llega a ser pasajero, importa el comportamiento que uno tiene con su pareja, la forma de tratarla y el modo cómo ambos llevan y cuidan su relación.

Yo tenía el presentimiento  de que si llegaba a estar con Ale nada de eso pasaría, sabía que los primeros meses serían inolvidables, no sólo porque serían los primeros de nuestra historia de amor, sino porque descubríamos nuevas sensaciones juntos.

No peleábamos  ni discutíamos ni habían malos entendidos ni nada, era todo perfecto. Ella me quería y yo a ella. Creíamos en nosotros y confiábamos en lo que habíamos formado, estábamos seguros de nuestro amor y alimentábamos nuestra relación con encuentros a escondidas y con besitos traviesos generados por una locura que no podíamos controlar, aunque en realidad tampoco queríamos hacerlo.

Cuando iba a visitarla el cuerpo me temblaba, sentía un extraño temblorcito en las piernas  y el corazón se me agitaba más de lo normal, a medida que estaba más cerca a su casa me latía con más fuerza. Pero cuando estaba a su lado toda sensación desaparecía, se esfumaba como una tarde de abril.

A su lado todo era distinto, no había problemas, ni tristeza ni preocupaciones; simplemente el mundo dejaba de existir, nada importaba, sólo ella. 

Estaba muy enamorado de Ale, mi amor seguiría los siguientes meses y se haría más fuerte. Juntos entendimos que lo mejor en una relación no es el tiempo que dura sino la forma de  demostrar lo que uno siente  mientras todavía existe amor.

Ella y yo no desaprovechábamos ningún momento, nos arriesgábamos a todo, nos la jugábamos, sabíamos que debíamos atrevernos a hacer lo que se nos venga en gana cuantas veces podíamos. Después el tiempo pasaría y nos volveríamos viejitos y ella estaría con la menopausia y yo con impotencia, y ya no podríamos hacer nada y nos miraríamos resignados con cierta lástima porque ya no se nos antojaría lo que ahora se nos antoja.

Con el tiempo  nos reiremos juntos de las cosas que ahora hacemos y en ese entonces ya no podremos, y miraremos fotos que ahora nos tomamos y recordaremos días lejanos donde ella y yo éramos felices. Leeremos cartas que yo le escribía y ella abrazará el peluche que le regalé en su cumpleaños y yo la abrazaré e intentaré amarla como cuando éramos muchachos y le diré bajito al oído que la amo y le besaré la mano como ahora lo hago y cogeré su cabello y se lo acomodaré por detrás de la oreja y haré que duerma en mis brazos como siempre ha sido desde que estamos juntos, y procuraré cocinarle algo rico para que me ame más y seré feliz con sus besos por las mañanas, porque nada me hace más feliz que estar a su lado compartiendo los momentos que solo ella sabe darme. 

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