lunes, 21 de diciembre de 2015

Estuve a punto de perderla


Ale y yo empezamos a pelear sin motivo alguno.  Todo nos irritaba y nuestros encuentros acababan en discusiones. Nuestras miradas cambiaron, cada uno apuntaba hacia otra dirección. Nuestros momentos juntos se volvieron difíciles. Todo iba mal. Cada vez nos veíamos menos. Éramos conscientes que poníamos nuestra relación en peligro y por alguna razón extraña dejamos que todo siguiera su rumbo.

Y así pasó el tiempo: Alejándonos y pensando que todo esto se iba terminado. Hasta que, por alguna de esas cosas de la vida, empezaron a envenenarnos la cabeza. El miedo se apoderó de mí, fue ahí cuando sentí que la estaba perdiendo de verdad y tal vez para siempre. No supe qué hacer, me ahogué en mi soledad y lloré en madrugadas continuas. Una pesadilla. Las conversaciones conmigo mismo se volvieron una tortura. Mis recuerdos jugaban conmigo. Fue un duro golpe que me sirvió para abrirme los ojos y darme cuenta que yo la quiero en mi vida, no lejos de ella. 

Por esos azares del destino, cuando pensé que todo estaba perdido y que me debía resignar a que pasen los días para que este dolorcito en el pecho se me vaya, encontré consuelo en textos viejos y respuestas en personas de quienes nunca esperé nada. Y entendí que tenía dos opciones: Dejar que todo siga a la deriva o por primera vez afrontar todo y llegar al fondo. 

Decidí escribirle a Ale con la intención de vernos, no como si fuera un final, sino verla y encontrar respuestas en su mirada. Y así fue: desde el momento que bajé del taxi sentí ese nerviosismo extraño que ella genera en mí. Cuando nos miramos de lejitos nos sonreímos sin saber por qué. Fue natural, espontáneo, tierno. 

Cuando conversamos fue imposible no llorar. Ambos derramamos lágrimas y empezamos hablar sobre nosotros. Cada palabra dicha era un dolor menos, fue como quitarnos las espinas que por tanto tiempo habíamos acumulado. El viento frío del parque donde estábamos nos abrazaba y nos hacía sentir el vacío que sentíamos por dentro. La lluvia que caía esa noche nos iba quitando la amargura del alma. Por momentos hubo ratos de silencios largos, pero no era incómodo. La gente iba y venía, pasaba sin que a nosotros nos importara. 

Entonces, sufriendo de amor y sentados en una banquita vieja debajo de árboles altos, decidí acercar mi mano y ponerla encima de la suya. El abrazo no tardó en venir. Fue un alivio sentirla así una vez más. Cerquita a mí, respirando en mi hombro y refugiándose en mis brazos. Aunque sabía que eso no bastaba para ser estar bien, descubrí que es así como quiero estar. Mucho antes de verla ya había decidido que quería compartir mi vida con ella una vez más. Había pisado el fondo de todo y conocí lo que sería el dolor de perderla, de no volver a coger su mano, de no tocar sus mejillas o acariciarle el cabello mientras descansa en mi pecho. 


Esa noche no volvimos. No quisimos que fuera así. Nuestro encuentro fue para aliviar las heridas que arrastrábamos en el corazón. Éramos conscientes que si queríamos formar una relación nos la teníamos que ganar: Volver a enamorarnos, volver a tener confianza. Empezar todo de cero. Ya no habían secretos entre nosotros ni nada que pudiera lastimarnos más adelante. Yo sentía que volvía a nacer en su vida. Por mucho tiempo me acostumbré a abrazar su ausencia y fui muy egoísta con mis sentimientos. Pero entendí que yo la había elegido a ella, yo quería que ella fuera mi mundo, mi novia, mi compañera de aventuras, mi cómplice, mi todo y mi nada. Quería buscarla en mis noches y mis días. Tenerla para mí solito. Conociendo juntos lo que es el amor y disfrutando cada una de sus cosas. 

Sospecho que nunca nos dejamos de amar, nos descuidamos juntos y pusimos en riesgo lo que habíamos construido con esfuerzo varios años. Ahora reconozco en su mirada que es ahí donde quiero estar, quiero una vida a su lado, quiero consuelo en sus manos y si he de llorar en algún momento quiero que sea en sus brazos. Quiero devolverle todo este sentimiento bonito que ella me hace sentir en el pecho. Sé que vienen días mejores, días de felicidad. De momento nos espera un viaje juntos, será como reinventarnos y empezar con otros aires. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario